La señorita de 2ºA, Laura Palma, compartió con nosotros, en el Acto por el Día de la Memoria, un excelente discurso que nos pregunta, para que no olvidemos:
El 24 de marzo se conmemoran los 33 años del golpe militar en la Argentina. Este episodio marca en nuestra historia reciente una abierta violación a los derechos humanos.
Los niños y adolescentes que hoy transitan en las escuelas públicas de nuestra patria no habían nacido, algunos de sus padres tampoco. Tal vez sí, algún abuelo o abuela, maestros que fueron pequeños en aquel entonces pero otros que padecieron este hecho en pleno ejercicio de su labor.
¿Qué es un Golpe de Estado?
Es eso, es un golpe, una trompada a las instituciones públicas que conocemos y, que como de esto se deduce, a la gente que está dentro de dichas instituciones.
Un golpe militar es la toma del poder por la fuerza, no en forma democrática –por medio del voto popular- como la que vivenciamos actualmente. Aunque es válido y conveniente aclarar que para este golpe se dé sin mayores sobresaltos, siempre hay gente que lo apoya o que está un poco distraída.
¿Para qué un Golpe de Estado?
Para imponer un nuevo modelo de sociedad. ¿Qué tipo de sociedad? Una en la que la gente no se formule preguntas, no reflexione, que acepte las reglas del juego de manera sumisa, que tome como “naturales” las desigualdades sociales y la injusticia.
La junta de comandantes integrada por Videla, Masera y Agosti tomaron la terrible decisión de violar, en nuestro país, los derechos humanos que hacía nada más y nada menos que 61 años antes se habían hecho explícitos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El artículo segundo de dicha declaración nos dice que “toda persona tiene los derechos y libertades que allí se proclamaban, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión u opinión política.
Y el artículo tercero nos viene a recordar que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
¿Cómo llevaron a cabo ese plan siniestro, al que con el eufemismo de “Proceso de Reorganización Nacional” dejaron como saldo decenas de miles de desaparecidos?
Mediante el secuestro y tortura de personas, la censura de los medios de comunicación, el cierre del congreso de la Nación, la prohibición y quema de cientos de libros entre otros actos que agotarían el tiempo del que disponemos.
¿Por qué con los libros? Porque a partir de la lectura se pueden imaginar nuevos mundos posibles. El plan cultural de la dictadura asumió como consigna “prohibido pensar”. Así, la educación pública fue herida de muerte. La matrícula decreció en todos los niveles. Muchas escuelas fueron cerradas y se persiguieron implacablemente todas aquellas manifestaciones culturales consideradas “perturbadoras”. Se prohibió por decreto la circulación y lectura de algunos libros infantiles con el pretexto de “preservar la moral de la niñez”. Además hubo espionaje dentro de las escuelas para dar cuenta de profesores y profesoras, maestros y maestras, alumnos y alumnas sospechosos de ser opositores al régimen.
Pasaron 33 años y los derechos humanos siguen siendo violados sistemáticamente. Hay un gran índice de pobreza e indigencia que obliga a muchos padres a tomar la triste decisión de sacar a sus hijos de las escuelas para que salgan a trabajar a temprana edad. No debemos dormirnos. Para que una sociedad sea justa nuestra población debe contar con el derecho a una vivienda digna, a un trabajo remunerado como corresponde y a una educación pública y gratuita, pero en serio.
Recordar significa volver a pesar por el corazón las cosas buenas y malas que hemos vivido, aunque sea por medio de las voces de otros.
Voy a cerrar con una frase que no me pertenece, sino a Graciela Montes:
“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso; porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria”.
El 24 de marzo se conmemoran los 33 años del golpe militar en la Argentina. Este episodio marca en nuestra historia reciente una abierta violación a los derechos humanos.
Los niños y adolescentes que hoy transitan en las escuelas públicas de nuestra patria no habían nacido, algunos de sus padres tampoco. Tal vez sí, algún abuelo o abuela, maestros que fueron pequeños en aquel entonces pero otros que padecieron este hecho en pleno ejercicio de su labor.
¿Qué es un Golpe de Estado?
Es eso, es un golpe, una trompada a las instituciones públicas que conocemos y, que como de esto se deduce, a la gente que está dentro de dichas instituciones.
Un golpe militar es la toma del poder por la fuerza, no en forma democrática –por medio del voto popular- como la que vivenciamos actualmente. Aunque es válido y conveniente aclarar que para este golpe se dé sin mayores sobresaltos, siempre hay gente que lo apoya o que está un poco distraída.
¿Para qué un Golpe de Estado?
Para imponer un nuevo modelo de sociedad. ¿Qué tipo de sociedad? Una en la que la gente no se formule preguntas, no reflexione, que acepte las reglas del juego de manera sumisa, que tome como “naturales” las desigualdades sociales y la injusticia.
La junta de comandantes integrada por Videla, Masera y Agosti tomaron la terrible decisión de violar, en nuestro país, los derechos humanos que hacía nada más y nada menos que 61 años antes se habían hecho explícitos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El artículo segundo de dicha declaración nos dice que “toda persona tiene los derechos y libertades que allí se proclamaban, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión u opinión política.
Y el artículo tercero nos viene a recordar que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
¿Cómo llevaron a cabo ese plan siniestro, al que con el eufemismo de “Proceso de Reorganización Nacional” dejaron como saldo decenas de miles de desaparecidos?
Mediante el secuestro y tortura de personas, la censura de los medios de comunicación, el cierre del congreso de la Nación, la prohibición y quema de cientos de libros entre otros actos que agotarían el tiempo del que disponemos.
¿Por qué con los libros? Porque a partir de la lectura se pueden imaginar nuevos mundos posibles. El plan cultural de la dictadura asumió como consigna “prohibido pensar”. Así, la educación pública fue herida de muerte. La matrícula decreció en todos los niveles. Muchas escuelas fueron cerradas y se persiguieron implacablemente todas aquellas manifestaciones culturales consideradas “perturbadoras”. Se prohibió por decreto la circulación y lectura de algunos libros infantiles con el pretexto de “preservar la moral de la niñez”. Además hubo espionaje dentro de las escuelas para dar cuenta de profesores y profesoras, maestros y maestras, alumnos y alumnas sospechosos de ser opositores al régimen.
Pasaron 33 años y los derechos humanos siguen siendo violados sistemáticamente. Hay un gran índice de pobreza e indigencia que obliga a muchos padres a tomar la triste decisión de sacar a sus hijos de las escuelas para que salgan a trabajar a temprana edad. No debemos dormirnos. Para que una sociedad sea justa nuestra población debe contar con el derecho a una vivienda digna, a un trabajo remunerado como corresponde y a una educación pública y gratuita, pero en serio.
Recordar significa volver a pesar por el corazón las cosas buenas y malas que hemos vivido, aunque sea por medio de las voces de otros.
Voy a cerrar con una frase que no me pertenece, sino a Graciela Montes:
“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso; porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria”.
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